Escuelas de Frontera: Salta y Jujuy

   Cuando viajamos con las donaciones al Noroeste, nos espera el Escuadrón Nº 21 de Gendarmería Nacional en la Quiaca, Provincia de Jujuy, allí se traspasan los bultos de nuestro camión al de Gendarmería o al de la Municipalidad de Santa Victoria, para trasladarlos al pueblo; nosotros los santafecinos debemos realizar un esfuerzo adicional por no estar acostumbrados a realizar trabajos físicos a 4.000 metros de altura, ya que el mal de la puna dificulta la tarea y la lentitud de nuestros cuerpos también, pero sabemos que no les podemos fallar.

   De la Quiaca a Santa Victoria Oeste nos transportamos en camionetas conducidas por baquianos y después de transitar 130 kilómetros, en 5 horas de viaje por caminos difíciles y abismos a gran altura llegamos por fin a destino, allí están nuestros amigos esperándonos para descargar el camión en una larga cadena humana, para luego cargar sus mulas que llevarán las cosas a su destino final: las escuelas de frontera.

   En su mundo de montañas, mesetas y valles defienden su cultura, cultivan su maíz, su papa verde, la quínoa y crían sus animales. En cada visita podemos ir aprendiendo de sus bailes, de su música, coplas, creencias, ritos y comidas. Las poblaciones de la montaña están aisladas unas a otras 3 o 4 horas a pie o en burro, de rodeo a rodeo de escuela a escuela.

   Nuestra llegada es una verdadera fiesta, organizan coplas de bienvenidas, se trabaja en las aulas, intercambiando conocimientos, charlas didácticas, aprendizajes nuevos. Se comparten costumbres, almuerzos, meriendas, cenas, se festejan los cumpleaños de los alumnos, cantando y bailando hasta el amanecer sus danzas típicas, al compás del erque, la caja, el erquencho, el siku.

   Nosotros cantamos nuestras canciones y realizamos obras de teatro con disfraces de ocasión, pero lo más importante de esto se puede percibir el amor en el aire, nos brindan hasta lo que no tienen para demostrarlo y eso no se compara con nada. Se reparte la carga personalmente a los docentes y miembros de las comunidades, labrándose actas en cada caso detallando lo que recibió cada escuela.

   Subiendo cuestas, cruzando el río, la belleza del panorama atrae, e inspira mística, las casas son apenas un trazo en medio de la inmensidad de los cerros. El camino sube, baja y nos alejamos del pueblo, delante tenemos varias horas de viaje para llegar a las escuelas, transitaremos por cerros, ríos y quebradas, lo mejor que nos puede pasar es poder llegar en camioneta, pero de no ser así, la gente de las escuelas nos proveen de caballos o de mulas y si no hay transporte, a pie llegamos.